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Testimonio. Eliana, del miedo a la libertad

 

Los relatos de las víctimas están cargados de fuerza y esperanza, la misma que les ayudó a seguir adelante con sus vidas, pese a los difíciles momentos que tuvieron que enfrentar. Desde el municipio de Bello se invita a honrar, respetar y solidarizarse con su verdad, para que no vuelvan a repetirse las historias de dolor que han tenido que vivir 9 millones de víctimas en Colombia. Aquí el testimonio de Eliana:  

Soy Eliana y quiero contar parte de mi historia, en memoria de quienes han sido víctimas de violencia sexual y desplazamiento forzado.

Nací en San Andrés de Cuerquia, Antioquia, pero crie en una vereda de otro pueblo. Tenía apenas 11 años un Día de Madres que se festejó en la escuela.  Terminada la fiesta, mi hermana, un compañero de estudio y yo tomamos el camino hacia la casa de la abuela; ya había oscurecido cuando nos rodearon cinco hombres armados que les ordenaron irse y dejarme ahí, con ellos.

Me obligaron a caminar hasta una quebrada. Había una piedra alta y plana que nunca olvidaré. Allí abusaron de mí. Opuse resistencia y no sé de dónde salió la fuerza con la que pude tirar a uno de los tipos a la quebrada. Escapé. Corrí mucho y llegué de nuevo a la escuela, donde me refugié hasta que apareció mi hermana y volvimos a casa por un camino largo, que terminamos al amanecer.  

Ella me llevó al pueblo para denunciar el abuso. Después de eso la tragedia continuó, pues mi cuñado fue asesinado frente a su hijo de dos años; las autoridades tardaron dos días en llegar por el cuerpo y mi hermana, que estaba embarazada, comenzó trabajo de parto con la impresión de este suceso. Mi sobrino tardó 18 años en superar problemas de asma que pudieron ser causados por aquella escena triste y macabra.

El suegro de mi hermana fue desaparecido un día que quiso viajar desde Medellín a la vereda para hacer un monumento donde murió su hijo. Nunca más supimos de él.

Había pasado apenas un mes del asesinato cuando miembros de un grupo armado obligaron a mi mamá a hacer el traspaso de la finca por un valor irrisorio, entonces nos tocó desplazarnos al corregimiento de Santiago.

Todo fue muy tranquilo durante un tiempo, pero en 2004 entró el paramilitarismo y comenzó a asesinar a los compañeros que trabajaban conmigo en un parador de bus, porque los tildaban de colaboradores de la guerrilla. Tampoco olvido el 14 de febrero de 2005, cuando me contaron que iban a reclutar a una de mis sobrinas, entonces huimos en un camión cargado de gallinaza. Nos bajamos en Bello y lo primero que pasó fue que la niña se encontró 20 mil pesos con los que mecateamos en el parque. Nunca más pudimos regresar a Santiago.

Aquí una amiga me recomendó para trabajar en un restaurante. A los 15 días mandé por mis 4 hijos y mi mamá y con ellos inicié un nuevo camino. Durante un tiempo dormimos en un sótano del barrio Hato Viejo, gracias a la ayuda de una señora, hasta que logré instalarme en un nuevo lugar y recibir los apoyos que el Gobierno entrega a las víctimas como yo.

Poco a poco fui superando el dolor, aprendiendo, formándome como persona y aprovechando la oportunidad de recuperación emocional que me brindó la Unidad de Víctimas. Hoy estoy terminando mi bachillerato, tengo gran vocación de servicio y pongo a disposición de otras víctimas mi conocimiento y experiencia. “Mas allá del miedo está nuestra libertad”, ese es mi lema.

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